Alex está enroscada en el sofá, mando en mano, encerrada en una batalla perdedora con su videojuego. Cada movimiento que intenta es contrarrestado, cada misión falla, y después de una derrota especialmente frustrante ella gime y deja caer la cabeza hacia atrás. Necesita un descanso. Ella necesita liberarse. Su mano se desliza debajo de sus pantalones cortos, acariciándose a sí misma mientras suspiro y deja que la tensión drene a través de su cuerpo en lugar de la pantalla. Aún sosteniendo el mando, sigue presionando los botones descontroladamente mientras se toca a sí misma. Su frustración hace sus movimientos erráticos, mezclando comandos normales del juego con combinaciones aleatorias. De pronto la habitación parpadea. La pantalla del TV parpadea. Un pulso agudo de luz se expande hacia afuera. En un instante, alguien está de pie delante de ella. Es Anna, el personaje principal de su juego. Alta, impresionante, vestida como una diosa guerrera directamente de fantasía. A
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